viernes, 15 de noviembre de 2013

Antonio Buero Vallejo



(Para consultar: Biografía)

(Guadalajara, 1916 - Madrid, 2000) Es el dramaturgo español cuyo propósito explícito fue lograr una síntesis de dos estilos, el realismo y el simbolismo. Luchó en las filas republicanas y, al término de la guerra civil, permaneció varios años en la cárcel franquista, donde coincidió con Miguel Hernández. En 1949 se dio a conocer, y obtuvo el premio Lope de Vega, con Historia de una escalera, que trata de las aspiraciones y frustraciones de los inquilinos de una casa de vecinos del viejo Madrid. La obra causó impacto por su realismo y su contenido social. 

   En sus primeras obras, Buero Vallejo se propuso desvelar la angustia y soledad en las que se debate la existencia humana, casi siempre en condiciones mediocres cuando no hostiles. Representativas de esta primera tendencia son la citada Historia de una escalera y Palabras en la arena, ambas de 1949.  

   En la etapa posterior, particularmente vasta, el autor muestra una tendencia al mito, la leyenda y la fábula, en obras como En la ardiente oscuridad (1950), La tejedora de sueños (1952), Madrugada (1953), Hoy es fiesta (1956), Las cartas boca abajo (1957), La doble historia del doctor Valmy (1964), El tragaluz (1967), Llegada de los dioses (1971), La fundación (1974), Caimán (1981), Diálogo secreto (1984), Lázaro en el laberinto (1986) y Música cercana (1989). 

   Una poderosa tendencia que anima su teatro es incorporar, convenientemente retocadas, corrientes antiguas del teatro español que han sido desdeñadas. Otro de los ejes de su dramaturgia es la preocupación por la realidad española y el intento de propiciar una reflexión apasionada y serena, rigurosa pero abierta, que abra la conciencia civil al espejo de la historia.  

 Siguiendo esta línea de interpretación, el crítico Rodríguez Puértolas, al referirse a Las Meninas (1960), ha escrito: "Buero obliga (...) a los espectadores y lectores a entrar, violentamente casi, a través del espejo (...) en el espíritu y los problemas del siglo XVII, pero al propio tiempo, esos espectadores y lectores, como el mismo autor, pertenecen a la España del siglo XX. Los dos mundos, no tan distantes como podría suponerse, se unen así ante la pintura-símbolo". El suyo resulta de este modo un valioso instrumento en la tarea de desbrozar las líneas que unen el pasado con el presente.

ESTÉTICA

Buero definía en 1957 su teatro en los siguientes términos: “Viene a ser el mío un teatro de carácter trágico. Está formado por obras que apenas pueden responder a las interrogaciones que las animan con otra cosa que con la reiteración conmovida de la pregunta, con la conmovida duda ante los problemas humanos que entrevé”. Es, pues, un teatro dubitativo.


Afirma también que “La tragedia no es pesimista. La tragedia no surge cuando de cree en la fuerza infalible del destino, sino cuando, consciente o inconscientemente, se empieza a poner en cuestión el destino. La tragedia intenta explorar de qué modo las torpezas humanas se disfrazan de destino”. Es decir, su tragedia tiene un carácter abierto y esperanzado, aunque esa esperanza no se muestre en el escenario con una solución concreta.

Por otro lado, su compromiso con el ser humano le llevó a usar las más variadas vías para poder transmitir sus mensajes, en unos momentos de censura en que era imposible hablar explícitamente de determinados temas, huyendo siempre del didactismo explícito.

   Mediante el recurso al simbolismo y a la reflexión histórica, el autor esquivó de paso los rigores de la censura franquista y pudo ver estrenadas sus obras con relativa normalidad. En todo caso, el posibilismo defendido y practicado por Buero Vallejo provocó en los años sesenta una áspera polémica con Alfonso Sastre. 

   Pero no se puede afirmar que los problemas políticos de España no sean abordados en su teatro: por ejemplo, en El tragaluz, donde unos investigadores del siglo XXII reconstruyen con reflectores (procedimiento distanciador de resonancia brechtiana) los pensamientos y la actuación de una familia española en la posguerra; y en La doble historia del doctor Valmy (1968), estrenada en Inglaterra y prohibida por la censura española hasta 1976, que trata el tema de la tortura y la inconsciencia de los torturadores. 

  El concierto de San Ovidio (1962) y El sueño de la razón (1970) son otras obras que hablan de esa preocupación por desvelar enigmas que cubren momentos cruciales de la historia española. A lo largo de su vida, Buero Vallejo, que luchó contra toda clase de adversidades (particularmente contra la censura) y que nunca abdicó de sus ideas ni de una actitud ética de compromiso con los más débiles, recibió numerosos homenajes. El mundo oficial se rindió ante su talento, y le concedió el Premio Nacional de Teatro (1980) y el Cervantes (1986). Fue también galardonado con el Premio Nacional de las Letras (1996) y con el Premio Max Honorífico (1999)
 
CONCEPCIÓN DE LA TRAGEDIA 

Buero cultiva sobre todo la tragedia, que para él supone una mirada lúcida sobre el hombre y el mundo. Tiene una doble función:

-   Inquietar, planteando problemas, pero sin imponer soluciones. Una característica de su obra es que el final de cada una suele plantear al espectador un interrogante, y es este quien debe reflexionar sobre el conflicto planteado, que queda abierto. Somos nosotros quienes nos plantearemos cuáles son sus causas y sus soluciones. En definitiva, nos obliga a comprometernos.

-    Curar, porque señala la necesidad de una superación individual y colectiva, que nos lleve a luchar por alcanzar la dignidad. Sus tragedias proponen lecciones de humanidad que encierran una llamada a la esperanza.


TEMÁTICA
 Las obras giran en torno a un anhelo de realización humana y a sus dolorosas limitaciones: la búsqueda de la felicidad, de la verdad, de la libertad se ve obstaculizada por el mundo en que el hombre vive.  Suele distinguirse un doble plano:

-   Existencial: meditación sobre el sentido de la vida y la condición humana, en las que se mezclan ilusiones,  fracasos, soledad, pero en contextos concretos.

-  Social y político: denuncia de injusticias sociales. Buero dijo que “cualquier problema  dramático es siempre la lucha del hombre, con sus limitaciones, por la libertad”.

Con ambos enfoques se combina un enfoque ético: búsqueda de la verdad, defensa de la honradez, de la justicia y de la responsabilidad, unida a la idea de libertad. La tragedia se desencadena por una transgresión moral que un personaje ha cometido libremente y de la que responsable.


 ETAPAS

Atendiendo a los contenidos o enfoques de sus obras, en la trayectoria de Buero pueden señalarse, en general, tres etapas:

1. La primera época (paralela a los años de búsqueda y el primer realismo social), ría hasta 1957 y predomina en ella el enfoque existencial.
Además de su primera obra Historiade una escalera (1949), en donde presenta a tres generaciones de varias familias modestas, con todos sus problemas de frustración, tanto por el peso del medio social como por la debilidad de los personajes, escribe las siguientes obras: En la ardiente oscuridad (1950), La tejedora de sueños (1952), Hoy es fiesta (1956) y Lascartas boca abajo (1957).

2. La segunda época, que abarcaría desde 1958 a 1968-70, es paralela al realismo social.
El predominio del enfoque social no supone un descanso en la atención por el individuo concreto, pero ahora se insiste más en las relaciones entre el individuo y su entorno. Los actos individuales quedan enmarcados en un tiempo y unas estructuras sociales concretas y se hace hincapié en las raíces y las consecuencias sociales de los actos (aunque todo ello dentro de los límites que le permite la censura). En esta época cultiva reiteradamente cierto tipo de “drama histórico”, aunque en estas obras la anécdota histórica es sobre todo un pretexto para plantear problemas actuales sorteando a la censura. Destacan sus obras: Un soñador para un pueblo (1958), Las Meninas (1960), El concierto de San Ovidio (1962), El sueño de la razón (1970) y El tragaluz (1967), que tiene también algo de histórico, aunque se sitúe en el presente y haga alusión a la historia reciente (la Guerra Civil y sus secuelas).

3.  La tercera época, que se inicia hacia 1970
Algunos críticos la consideran más como de o intensificación de la etapa anteriorBuero no quiere permanecer al margen de las inquietudes experimentales que proliferan en estos años. Destacan obras como La llegada de los dioses (1971), La detonación (1977), 
La fundación (1974), La doble historia del doctor Valmy.
 Lo más destacable de esta etapa en cuanto a los temas es que los contenidos sociales y políticos se hacen más explícitos. En cuanto a la técnica, las novedades escénicas son importantes: es primordial el desarrollo que alcanzan los llamados “efectos de inmersión” (recursos de sonido, luz... que hacen “oír” o “ver” las cosas tal como las imagina o percibe un personaje, a la vez que se logra, así, expresar la subjetividad y se propicia una participación más intensa del espectador).

LA FUNDACIÓN                         

    Concebida en el verano del 72 y escrita en los meses siguientes, estaba acabada en el 73. El estreno tuvo lugar al año siguiente en el teatro Fígaro, de Madrid, y fue bien acogida por crítica y público, con alguna excepción, que la tildó de obra de “gratuito formalismo, lleno de trucos indignos de un producto literario”. Fue la última obra de Buero Vallejo estrenada durante el régimen de Franco. Con posterioridad se ha escenificado en diversos países europeos, obteniendo numerosos premios, entre los que destacan el Leopoldo Cano, Mayte, El Espectador y la Crítica o Foro Teatral. Así mismo, con motivo del 25º aniversario de su estreno el 21 de enero de 1999, fue recuperada por el Centro Dramático Nacional  bajo la dirección de Juan Carlos Pérez de la Fuente con éxito clamoroso, lo que da idea de su vigencia. Ya en El sueño de la razón Buero había utilizado la ceguera y locura de Goya para imponer sus limitaciones sobre la escena. En La Fundación desarrolla las posibilidades que allí estaban latentes. La acción se desarrolla en “un país desconocido”, es decir, todos aquellos en que se dan las circunstancias que aquí se describen. La subjetivización del drama es más compleja, porque desaparecen las alternancias entre escenas objetivas y subjetivas de obras anteriores. El joven protagonista, Tomás, no sale del escenario y el público comparte a lo largo de toda la obra su modo de ver la realidad. A diferencia de personajes anteriores, cuyas limitaciones (ceguera o sordera) se percibían pronto como transferidas al espectador, en esta obra tardamos bastante en descubrir la locura de Tomás.
 
  

  Poema La Fundación

Antonio Buero Vallejo


La Fundación acoge con brisas de sosiego
a un blanco ratoncillo para quien forman nido
las manos de mi novia. Lo miro confundido
y ella musita: Pobre ratón ciego.

A entender no me atrevo la pupila insistente  5
de esa mujer que avisa de engaños y agonías.
La Fundación me ampara, me colma de alegrías.
Los compañeros ríen tenuemente.

Blandas cunas del sueño para un ratón herido,
libros, manjares, música, televisor, bebidas.  10
Espectrales riquezas, formas desvanecidas
si me despierta el aire estremecido.

Dormiré. Que el fantasma de mis brazos ansiosos
palpe ilusorios bienes, la imagen de la amada.
Si escondo alguna culpa, de nadie sea notada.  15
Oír no quiero avisos misteriosos.

Dice una voz amiga: La sombra de las rejas
astilla tu campana de cristal irisado.
Por sus fracturas negras la noria se ha escapado.
Quiebra también tus cobardías viejas.  20

Has de excavar un túnel angosto, frío y duro,
para ganar los soles, las fuentes y los valles.
Una topera honda, a cuyo extremo halles
otro paisaje esmeraldino y puro.

En él te aguarda ella: tierna figura viva  25
junto a una transparente Fundación de diamante.
Beatriz recobrada por otro humilde Dante
que huella al fin la tierra decisiva.

Y yo aún querría el túnel ignorar, el martirio
de obligarme a zaparlo con desolladas manos.  30
Quisiera todavía reclinarme en los vanos
espectros que acristalan mi delirio.

Pero los compañeros de risa misteriosa
salieron uno a uno, con miedo y con coraje,
por una innoble puerta, no a un túnel, no a un paisaje,  35
sino al encuentro de su propia fosa.

Minaremos entonces tú y yo, supervivientes,
la Fundación helada, los obstinados muros.
Quizá amanezca el día tras sótanos oscuros
donde la nada mueve sus torrentes.  40

Clara centella alcemos, que su fulgor avanza
mientras reptamos sucios, famélicos, atroces.
De las cegadas fosas parecen llegar voces.
Todo nos falta menos la esperanza.







Reciente adaptación del texto (2017)