(Para consultar: Biografía)
(Guadalajara, 1916 - Madrid, 2000) Es el dramaturgo
español cuyo propósito explícito fue lograr una síntesis de dos estilos, el realismo
y el simbolismo. Luchó en las filas republicanas y, al término de la guerra
civil, permaneció varios años en la cárcel franquista, donde coincidió con
Miguel Hernández. En 1949 se dio a conocer, y obtuvo el premio Lope de Vega,
con Historia de una escalera, que trata de las aspiraciones y
frustraciones de los inquilinos de una casa de vecinos del viejo Madrid. La
obra causó impacto por su realismo y su contenido social.
En sus
primeras obras, Buero Vallejo se propuso desvelar la angustia y soledad en las
que se debate la existencia humana, casi siempre en condiciones mediocres
cuando no hostiles. Representativas de esta primera tendencia son la citada Historia
de una escalera y Palabras en la arena, ambas de 1949.
En la etapa
posterior, particularmente vasta, el autor muestra una tendencia al mito, la
leyenda y la fábula, en obras como En la ardiente oscuridad (1950), La
tejedora de sueños (1952), Madrugada (1953), Hoy es fiesta
(1956), Las cartas boca abajo (1957), La doble historia del doctor
Valmy (1964), El tragaluz (1967), Llegada de los dioses
(1971), La fundación (1974), Caimán (1981), Diálogo secreto
(1984), Lázaro en el laberinto (1986) y Música cercana (1989).
Siguiendo esta línea de interpretación, el crítico Rodríguez Puértolas, al referirse a Las Meninas (1960), ha escrito: "Buero obliga (...) a los espectadores y lectores a entrar, violentamente casi, a través del espejo (...) en el espíritu y los problemas del siglo XVII, pero al propio tiempo, esos espectadores y lectores, como el mismo autor, pertenecen a la España del siglo XX. Los dos mundos, no tan distantes como podría suponerse, se unen así ante la pintura-símbolo". El suyo resulta de este modo un valioso instrumento en la tarea de desbrozar las líneas que unen el pasado con el presente.
ESTÉTICA
Buero definía en 1957 su teatro en los siguientes términos:
“Viene a ser el mío un teatro de carácter trágico. Está formado por obras que
apenas pueden responder a las interrogaciones que las animan con otra cosa que
con la reiteración conmovida de la pregunta, con la conmovida duda ante los
problemas humanos que entrevé”. Es, pues, un teatro dubitativo.
Afirma también que “La tragedia no es pesimista. La tragedia
no surge cuando de cree en la fuerza infalible del destino, sino cuando,
consciente o inconscientemente, se empieza a poner en cuestión el destino. La
tragedia intenta explorar de qué modo las torpezas humanas se disfrazan de
destino”. Es decir, su tragedia tiene un carácter abierto y esperanzado, aunque
esa esperanza no se muestre en el escenario con una solución concreta.
Por otro lado, su compromiso con el ser humano le llevó a
usar las más variadas vías para poder transmitir sus mensajes, en unos momentos
de censura en que era imposible hablar explícitamente de determinados temas,
huyendo siempre del didactismo explícito.
Mediante el
recurso al simbolismo y a la reflexión histórica, el autor esquivó de paso los
rigores de la censura franquista y pudo ver estrenadas sus obras con relativa
normalidad. En todo caso, el posibilismo
defendido y practicado por Buero Vallejo provocó en los años sesenta una áspera
polémica con Alfonso Sastre.
Pero no se
puede afirmar que los problemas políticos de España no sean abordados en su
teatro: por ejemplo, en El tragaluz, donde unos investigadores del siglo
XXII reconstruyen con reflectores (procedimiento distanciador de resonancia
brechtiana) los pensamientos y la actuación de una familia española en la
posguerra; y en La doble historia del doctor Valmy (1968), estrenada en
Inglaterra y prohibida por la censura española hasta 1976, que trata el tema de
la tortura y la inconsciencia de los torturadores.
El concierto de San Ovidio (1962) y El
sueño de la razón (1970) son otras obras que hablan de esa preocupación por
desvelar enigmas que cubren momentos cruciales de la historia española. A lo
largo de su vida, Buero Vallejo, que luchó contra toda clase de adversidades
(particularmente contra la censura) y que nunca abdicó de sus ideas ni de una
actitud ética de compromiso con los más débiles, recibió numerosos homenajes.
El mundo oficial se rindió ante su talento, y le concedió el Premio Nacional de
Teatro (1980) y el Cervantes (1986). Fue también galardonado con el Premio
Nacional de las Letras (1996) y con el Premio Max Honorífico (1999)
CONCEPCIÓN
DE LA TRAGEDIA
Buero
cultiva sobre todo la tragedia, que para él supone una mirada lúcida sobre el
hombre y el mundo. Tiene una doble función:
- Inquietar, planteando
problemas, pero sin imponer soluciones. Una característica de su obra es que el
final de cada una suele plantear al espectador un interrogante, y es este quien
debe reflexionar sobre el conflicto planteado, que queda abierto. Somos
nosotros quienes nos plantearemos cuáles son sus causas y sus soluciones. En
definitiva, nos obliga a comprometernos.
- Curar, porque
señala la necesidad de una superación individual y colectiva, que nos lleve a luchar
por alcanzar la dignidad. Sus tragedias proponen lecciones de humanidad que
encierran una llamada a la esperanza.
TEMÁTICA
Las obras giran en torno a un anhelo de realización humana y a sus dolorosas limitaciones: la búsqueda de la felicidad, de la verdad, de la libertad se ve obstaculizada por el mundo en que el hombre vive. Suele distinguirse un doble plano:
Las obras giran en torno a un anhelo de realización humana y a sus dolorosas limitaciones: la búsqueda de la felicidad, de la verdad, de la libertad se ve obstaculizada por el mundo en que el hombre vive. Suele distinguirse un doble plano:
- Existencial: meditación
sobre el sentido de la vida y la condición humana, en las que se mezclan
ilusiones, fracasos, soledad, pero en
contextos concretos.
- Social y
político: denuncia de injusticias sociales. Buero dijo que “cualquier problema dramático es siempre la lucha del hombre, con
sus limitaciones, por la libertad”.
Con ambos
enfoques se combina un enfoque ético:
búsqueda de la verdad, defensa de la honradez, de la justicia y de la
responsabilidad, unida a la idea de libertad. La tragedia se desencadena por
una transgresión moral que un personaje ha cometido libremente y de la que
responsable.
ETAPAS
Atendiendo a
los contenidos o enfoques de sus obras, en la trayectoria de Buero pueden
señalarse, en general, tres etapas:
1. La primera época (paralela a los años de
búsqueda y el primer realismo social), ría hasta 1957 y predomina en ella el
enfoque existencial.
Además de su primera obra Historiade una escalera (1949), en donde presenta a tres generaciones de
varias familias modestas, con todos sus problemas de frustración, tanto por el
peso del medio social como por la debilidad de los personajes, escribe las
siguientes obras: En la ardiente oscuridad (1950), La
tejedora de sueños (1952), Hoy es fiesta (1956) y Lascartas boca abajo (1957).
2. La segunda época, que abarcaría desde 1958
a 1968-70, es paralela al realismo social.
El predominio del enfoque social no supone un
descanso en la atención por el individuo concreto, pero ahora se insiste más en
las relaciones entre el individuo y su entorno. Los actos individuales quedan
enmarcados en un tiempo y unas estructuras sociales concretas y se hace
hincapié en las raíces y las consecuencias sociales de los actos (aunque todo
ello dentro de los límites que le permite la censura). En esta época cultiva
reiteradamente cierto tipo de “drama histórico”, aunque en estas obras la
anécdota histórica es sobre todo un pretexto para plantear problemas actuales
sorteando a la censura. Destacan sus obras:
Un soñador para un pueblo
(1958), Las Meninas (1960), El concierto de San Ovidio
(1962), El sueño de la razón (1970) y El tragaluz (1967),
que tiene también algo de histórico, aunque se sitúe en el presente y haga
alusión a la historia reciente (la Guerra Civil y sus secuelas).
3. La
tercera época, que se inicia hacia 1970.
Algunos críticos la consideran más como de o intensificación de la etapa anterior. Buero no quiere permanecer al margen de las inquietudes experimentales que proliferan en estos años. Destacan obras como La llegada de los dioses (1971), La detonación (1977),
Lo más destacable de esta etapa en cuanto a los temas es que los contenidos sociales y políticos se hacen más explícitos. En cuanto a la técnica, las novedades escénicas son importantes: es primordial el desarrollo que alcanzan los llamados “efectos de inmersión” (recursos de sonido, luz... que hacen “oír” o “ver” las cosas tal como las imagina o percibe un personaje, a la vez que se logra, así, expresar la subjetividad y se propicia una participación más intensa del espectador).
LA FUNDACIÓN
Concebida en el verano del 72 y
escrita en los meses siguientes, estaba acabada en el 73. El estreno tuvo lugar
al año siguiente en el teatro Fígaro, de Madrid, y fue bien acogida por crítica
y público, con alguna excepción, que la tildó de obra de “gratuito formalismo, lleno de trucos indignos de un producto literario”.
Fue la última obra de Buero Vallejo estrenada durante el régimen de Franco. Con
posterioridad se ha escenificado en diversos países europeos, obteniendo
numerosos premios, entre los que destacan el Leopoldo Cano, Mayte, El
Espectador y la Crítica o Foro Teatral. Así mismo, con motivo del 25º
aniversario de su estreno el 21 de enero de 1999, fue recuperada por el Centro
Dramático Nacional bajo la dirección de Juan Carlos Pérez de la Fuente
con éxito clamoroso, lo que da idea de su vigencia. Ya en El sueño de la razón Buero había
utilizado la ceguera y locura de Goya para imponer sus limitaciones sobre la
escena. En La Fundación
desarrolla las posibilidades que allí estaban latentes. La acción se desarrolla
en “un país desconocido”, es decir,
todos aquellos en que se dan las circunstancias que aquí se describen. La
subjetivización del drama es más compleja, porque desaparecen las alternancias
entre escenas objetivas y subjetivas de obras anteriores. El joven
protagonista, Tomás, no sale del escenario y el público comparte a lo largo de
toda la obra su modo de ver la realidad. A diferencia de personajes anteriores,
cuyas limitaciones (ceguera o sordera) se percibían pronto como transferidas al
espectador, en esta obra tardamos bastante en descubrir la locura de Tomás.
Poema La Fundación
Antonio Buero Vallejo
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