Los personajes de La Fundación. Buero Vallejo

Cuando habla del teatro de Buero, Ricardo Doménech distingue tres grupos de personajes. Por un lado están los contemplativos y, por otro los activos. No se trata de una contraposición maniquea entre buenos y malos, ni aparecen siempre ambos grupos en todas sus obras. En primer lugar, el personaje activo presenta una carencia más grave que cualquier tara física: la carencia de escrúpulos. Impulsados por su egoísmo, estos personajes se valen de cualquier medio, como la crueldad o la violencia, para hacer realidad sus deseos. Son víctimas de sí mismos y hacen víctimas a los que están a su alrededor o bajo su poder. En cuanto a los contemplativos,  son personajes escrupulosos, dubitativos, angustiados, que no pueden vivir en un mundo que les viene pequeño, que tienen claras sus limitaciones y las imperfecciones de la sociedad, que sueñan con una libertad o perfección superior. No lo consiguen porque sueñan lo imposible, o porque su capacidad de acción es inferior o porque no son suficientemente buenos o limpios. . Estos personajes se salvan porque porque han tenido una relación humana con el otro. Han muerto o han sido aniquilados en su lucha por la verdad o la libertad, pero su lucha no ha sido inútil. A partir de ellos, puede que otros puedan convertir en realidad lo que ellos soñaron, una esperanza trágica.

Los personajes con limitaciones físicas o psíquicas son muy frecuentes en su teatro y no parecen casuales: la ceguera, la sordera, la locura son elementos impulsores de la acción.  Su significación es múltiple. Simbolizan las limitaciones humanas. Jean-Paul Borel afirma que la mayoría posee un sexto sentido, que les permite captar lo esencial y apartarse de lo exterior. No todos vemos las mismas cosas y a veces nos centramos en unas y nos volvemos ciegos para otras. En esta obra se puede señalar la locura transitoria que padece Tomás.

En cuanto al conjunto de los personajes, muy pocos, Mariano de Paco ya destacó las diversas actitudes  de los cinco. A pesar de ser el de Tomás el más logrado -sobre él recae todo el peso de la acción y el problema de desdoblamiento de la personalidad-, los demás constituyen un entramado de fuerzas y comportamientos que definen conductas diversas pero complementarias entre sí: desde la bajeza de Max, del que averiguamos que se entrega a fáciles compensaciones a cambio de una traición, hasta la tolerancia y comprensión de Asel, para el que la causa se reviste de una especial dignidad. La intransigencia de Tulio, que es, sin embargo, compensada por la personalidad de un soñador, y la evolución de Lino desde una inhibición apática hasta una acción desesperada, peligrosa, y finalmente, efectiva, todos forman un conjunto de individualidades, en las que Buero ha querido representar reacciones diversas ante una situación límite. Su tragedia reside justamente en su comportamiento, pero también en lo inútil de su posibilidad de acción ante la fuerza superior, esa fundación que todo lo domina. Ni siquiera el soplón, descubierto rápidamente, obtendrá resultado positivo alguno de su traición. Una única esperanza se abrirá respecto a los personajes en su destino, de acuerdo con el prototipo de tragedia establecido por Buero. El espectador desconoce si Tomás y Lino serán ejecutados o lograrán la fuga que les llevará a una posible, aunque puesta en entredicho, libertad.


Ya se han comentado las posibles implicaciones autobiográficas de La Fundación. Se refiere a una realidad vivida, reelaborada, basándose en los personajes, en los cinco enfoques representados en cada uno de los presos. Hay una simbolización general, la situación del condenado, que posee una dimensión trascendente que supera lo autobiográfico.

TOMÁS. Ya ha sido analizado con bastante detalle al hablar de la obra. Su locura nace como coartada ante el miedo por su situación y la vergüenza de haber sido débil y haber delatado a sus compañeros. Se alimenta además por su imaginación, pues aspiraba a ser escritor. En cierto modo ha vivido su novela, en lugar de escribirla.

ASEL. Es el más maduro y reflexivo y por él habla la experiencia. Definido como un hombre muy razonador, logra con serenidad salvar las difíciles situaciones que se le presentan en los dos primeros cuadros. Es un personaje matizado, que en la segunda parte acrecienta su complejidad. Ha trazado un plan de huida y lo desarrolla de acuerdo con Tulio, pero cuando este cae, nace en él un momentáneo desaliento que le lleva a dudar de todo aquello por lo que ha luchado. Cuando la esperanza parece muerta, renace de sus cenizas. Resurge la posibilidad de intentar la fuga sin Tulio, pero con Tomás ya recuperado.
Asel, razonador y práctico, concibe también un sueño de futuro, la esperanza de un mundo mejor que debe ser buscado en el presente. No se rinde y piensa siempre que existe un remedio. Su fuerza procede del conocimiento de su debilidad y de la de sus compañeros. Hace años también él fue torturado y delató y ahora ve un Tomás un caso semejante al suyo y quiere salvarlo. Sólo aceptando la conciencia de nuestras propias limitaciones es posible avanzar. Todos podemos llevar dentro un delator, un traidor y un verdugo; asumir el peligro es un paso para empezar a vencerlo. Además la reflexión debe acompañarse de la acción: “Duda cuanto quieras, pero no dejes de actuar”.
Por estar unida a la autocrítica, esa acción no puede ser alocada ni impulsiva, lo que representa precisamente Lino, que es impetuoso y desdeña la prudencia.
Con su muerte trata de salvar a sus compañeros, de posibilitar su futuro, ya que sabe que las autoridades de la cárcel no le dejarán compartir la celda de castigo. Será Tomás quien asuma entonces sus funciones y a pensar en el futuro, una mañana en que las atrocidades no existan: esa campiña soñada, a la que la música de la Pastoral acompaña. El presente es una pesadilla, pero encierra el germen del porvenir, si se lucha por él. Por eso no podemos considerar pesimista la obra.

BERTA es la novia de Tomás. Como personaje real aparece aludido al final de la obra, cuando se dice que lo ha visitado en el locutorio. La Berta que interviene en la obra desde el comienzo es un desdoblamiento de la personalidad de Tomás. Es un refugio para el joven, y a su través se filtran fragmentos de la realidad que pugnan por salir, cosas que sabe pero que ha preferido ignorar. Toda la escena del cuadro primero es una manifestación visible de la conciencia escindida del personaje.
Reaparece en otros momentos de la obra, como en el cuadro tercero, representando el subconsciente de Tomás, que se enfrenta a su deseo de aferrarse a la fundación o aceptar la cruda realidad.
Berta, en sus palabras producidas en la mente de Tomás, supone la primera y más importante ruptura del sistema establecido en su imaginación, al tiempo que es un reflejo del subconsciente que experimenta así los primeros atisbos de claridad.

TULIO. Es un fotógrafo que conserva su oficio en la mente de Tomás. Representa la intransigencia pero también la ensoñación. A diferencia del protagonista, para quien el sueño es una enfermedad, para él es el modo de salir de la realidad cruel que los envuelve. Es el más distante con Tomás y el que más se burla de su situación. Por esto se enfrenta con Asel y Max. En cierto modo sufre un proceso inverso al del protagonista. Es conducido a la muerte justo en el momento en que se dedica a fantasear con sus amigos, a soñar con un futuro mejor, antes de que Tomás haya por fin reconocido su situación. Cuando se lo llevan, le reitera a este que deje de soñar despierto y vuelva a la realidad.

MAX. Es un tenedor de libros, aunque Tomás cree que es un matemático. Es un personaje tranquilo y bromista que defiende a Tomás al principio, aunque comienza a atacarle en el momento en que sospechan que el loco pudo haber sido el delator. Al final se descubre que es él quien ha traicionado al grupo a cambio de comida y comodidades. Su doblez egoísta le condena moralmente. Es asesinado por Lino en el desenlace de la obra. Max viene a ser el contrapunto de Asel, ya que representa la corrupción, la indignidad y la ruptura de unos ideales. Es débil ante el peligro y se entrega a fáciles compensaciones.

LINO. Es un tornero, que en la mente de Tomas aparece como ingeniero, es el personaje menos comprometido, aunque representa la decisión. Muy impulsivo y brusco, desde el principio intenta decirle la verdad a Tomás pero de forma violenta, llegando a creer que está fingiendo. Descubre que Max es el delator y aprovecha la confusión del suicidio de Asel para matarlo. Es un hombre muy activo al que le falta el contrapeso de la prudencia y la reflexión. A pesar de todo, al final de la obra reconoce su error y apunta hacia un carácter renovado.

HOMBRE. Es el compañero de celda enfermo con el que habla Tomás hasta que descubre, cuando se lo llevan, que está muerto. Tiene una doble función: representa a las víctimas del sistema represivo y es el primer eslabón en el proceso de curación de Tomás.

Además de los personajes centrales del drama, hay otros aludidos, que introducen el tema de la solidaridad humana. Son los compañeros a toda prueba que se arriesgarán para que desde el sótano puedan excavar el túnel hacia la libertad, o los barrenderos de la galería que diseminarán la tierra, “porque son compañeros”, o el cojo de la celda de enfrente , o cualquiera de los miles de ojos que miran y ayudan. Se convertirán en un coro de voces, según dice la acotación, como el coro de la tragedia clásica, que grite “Asesinos”, como despedida de Asel. Al mismo tiempo, comprendemos que la situación de los presos es un problema colectivo, una muestra de la represión generalizada.